Manolo Oyonarte: La densidad poética de la abstracción

Por Karen Mustaine

“Los seres vivos no han evolucionado para percibir el mundo tal como es en realidad, lo han hecho para hacerlo según sus intereses de supervivencia como especie…” — Oyonarte, Ideas Estéticas Básicas (2022)


En el horizonte complejo del arte contemporáneo, donde lo inmediato suele desplazar lo trascendente, la obra de Manolo Oyonarte (Madrid, 1957) emerge como un manifiesto estético y filosófico. Arquitecto de formación, doctor en Bellas Artes, hijo del pintor Manuel Ortega pero portador de su propio nombre simbólico y visual, Oyonarte es mucho más que un artista: es un pensador plástico. Su pintura no representa; revela. No comunica; interroga. Su lenguaje pictórico es fruto de una investigación de décadas que no solo involucra al color, la forma o el espacio, sino a las propias bases del conocimiento.

IDEAS ESTÉTICAS BÁSICAS

“El arte abstracto surge como culminación del anhelo de las vanguardias artísticas de conocer las cosas tal como son de verdad, como las definió Kant frente a la entidad falsa o incompleta de cómo las vemos.” — Oyonarte

Tal como el propio Oyonarte desarrolla en su ensayo “Ideas estéticas básicas”, el ser humano no percibe el mundo tal como es, sino como le es útil para sobrevivir. Entre los innumerables estímulos, seleccionamos solo los que nos resultan funcionales. El arte abstracto, desde esta mirada, no es una forma de representar el mundo sino de desvelarlo: de ir más allá de las apariencias.

El pensamiento filosófico que sustenta su obra encuentra raíces en Kant, quien afirma que percibimos el mundo a través de la estructura del espacio y el tiempo; en Schopenhauer, quien sugiere que solo a través del cuerpo y la vivencia podemos acceder a la “cosa en sí”; y en Adorno, quien propone que la obra de arte auténtica es aquella donde coinciden representación y ser.

Oyonarte cristaliza estas ideas en su tesis doctoral, “El concepto de objetividad de la obra de arte. El objetivismo bipolar de Jorge Oteiza”, donde plantea un modelo de experiencia estética perceptiva y creativa. Para él, el acceso al arte verdadero requiere que el artista aparte su ego —razón y sentimientos— del proceso creativo. Solo así puede surgir una obra objetiva, universal, libre de proyecciones personales.

“Intentar controlar lo que sucede, intervenir racional o sentimentalmente en la obra, lo único que produce es un reflejo subjetivo del artista…” — Oyonarte

Este enfoque lo llevó a revisar radicalmente su producción. Luego de treinta años construyendo un lenguaje personal desde lo inconsciente, descubrió que ese camino había llegado a un límite. La intuición inicial fue reemplazada por certeza: el verdadero arte exige dejarse fluir, renunciar al control, permitir que la obra aparezca como un fenómeno autónomo.

DE LA SUBJETIVIDAD A LO UNIVERSAL

Este tránsito vital se refleja claramente en su obra. Las primeras series como “Mundear” y “Caminando en lo impensable” aún contienen elementos reconocibles: letras, símbolos, personajes que flotan en atmósferas blancas. El yo del artista está ahí, presente. Pero poco a poco va disolviéndose. En “Desde lo innombrable” y “Lethal Harmony”, se advierte la cercanía al umbral donde la subjetividad se disuelve.

Es en “Pensando lo impensable”, así como en las primeras obras realizadas para Zapadores Ciudad del Arte (“Red Hell”, “Yellow Dancer”, “Pegaso” y el tríptico “Guardianes de la Galaxia”), donde se tocan los límites de lo figurativo. Y según señala el propio artista, es en ese límite —como decía Hegel— donde comienza la objetividad.

Sus obras más recientes son campos de energía abstracta. Ya no se cuentan historias, no hay elementos simbólicos ni estructuras narrativas. Solo hay forma, color, espacio y ritmo. Se convierten en manifestaciones puras de una vivencia que trasciende al individuo y se conecta con lo universal.

“En las obras totalmente abstractas ya no se cuenta nada ni hay atisbos de proyecciones emocionales. Consigo convertirme en un espectador privilegiado del fluir de lo común…” — Oyonarte

EXPOSICIONES RECIENTES: TWOMBLY Y ALICIA

Dos exposiciones emblemáticas marcan esta etapa de madurez conceptual. La primera, “Los Nenúfares y Twombly” (Museo La Neomudéjar, Madrid, 2025), establece un diálogo visual y emocional entre los jardines de Monet y las huellas caligráficas de Cy Twombly. Las obras de Oyonarte evocan el tiempo suspendido, la huella del gesto y la contemplación como forma de conocimiento.

La segunda, “Oyonarte, Alicia y los Espejos” (Casa de Vacas, Parque del Retiro, mayo de 2025), articula un recorrido curatorial en tres niveles: conciencia, inconsciente próximo e inconsciente colectivo. La experiencia se ve potenciada por una ambientación sonora de Luis Carlos Esteban, reforzando la inmersión estética y psicológica. Aquí, el espectador no contempla una exposición: atraviesa un umbral.

TRAYECTORIA Y LEGADO

Manolo Oyonarte ha expuesto en más de 65 exposiciones individuales y más de 200 colectivas en países como Alemania, Brasil, China, Estados Unidos, Italia, Bélgica y España. Ha participado en ferias como ARCOEstampaEurop’Art (Ginebra), LineArt (Gante) y la Bienal de Florencia.

Su obra forma parte de colecciones internacionales como:

  • Museo del Grabado Español Contemporáneo (Málaga)

  • Casoria Contemporary Art Museum (Nápoles)

  • Art Collection de North Carolina University (EEUU)

  • Fundación Antonio Pérez

  • Museo Siglo XXI de Zapadores Ciudad del Arte

También ha sido académico de la Academia Internazionale Gentilizia “Il Marzocco” (2003) y de la Greci-Marino de Vercelli (2005), y ha recibido encargos como el cartel oficial del 2 de mayo de la Comunidad de Madrid.

UNA FILOSOFÍA VIVA

Hoy, Oyonarte representa una rara avis en el arte contemporáneo: un creador que ha dejado de lado el ego para ser canal de lo que está más allá. Su obra ya no quiere comunicar un mensaje, sino crear un espacio de resonancia compartida. En una era de hiperexposición emocional y narrativas autocentradas, su pintura propone un acto radical: el silencio del yo como puerta de acceso a lo universal.

“Consigo dejarme fluir interviniendo de la menor manera posible en lo que sucede en la alquimia plástica…” — Oyonarte

Manolo Oyonarte no pinta mundos. Los desvela. Y en ese gesto callado y profundo, nos devuelve a lo que somos: mirada, percepción, presencia.

 

 

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